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possible change in trends of sportsmen diets: ketogenic diets.
Resumen:
Las dietas con predominio de los hidratos de carbono
han sido desde la concepción del deporte moderno, la base de la alimentación de
los deportistas. En la antigüedad y en determinadas sociedades, se le otorgaba
más importancia a los alimentos de origen animal. Actualmente, debido al
incremento de las publicaciones científicas, diversos datos pueden apuntar que
las dietas cetogénicas, son más saludables de lo que pensábamos, y tienen alguna
aportación al rendimiento en el deporte. Especialmente en deportes de
resistencia.
Palabras clave: dietas cetogénicas, deporte, grasas,
proteínas, rendimiento deportivo, salud.
Abstract:
Diets based on
carbohydrates have been the base of the alimentation of sportman since the
creation of modern sport. In some societies of the ancient, animal aliments
were more important than vegetables. Now, because of the rise of scientific
publications, diverse data could indicate that ketogenic diets are more healthy
than we think, and it could have provides to sport performance, specially in
resistance athletes.
Key words:
ketogenic diets, sport, fats, proteins, sport performance, health.
INTRODUCCIÓN
La nutrición para deportistas se ha considerado como
la habitual para un grupo de población sano, pero que requiere unas demandas
mayores de energía fruto de ese deporte o disciplina. Claro está, que estas
demandas pueden variar mucho dependiendo de los niveles competitivos en los que
nos encontremos(1), o los objetivos de la práctica deportiva de cada
persona. Por lo que hasta entonces se entiende que los deportistas necesitarán
una adaptación de la dieta equilibrada (2)(SENC, 2004) en la cual la energía proviene un 55-60
% de los hidratos de carbono, un 12-15% de las proteínas, y un 30-35% de las
grasas; pero a la que haremos ligeras modificaciones en función de las características
de cada deporte. Actualmente predominan aquellas con un aumento de los hidratos
de carbono (hasta 60-70%), proteínas 12-15% y grasas 20-30% (3).
Ahora bien, recientemente, algunos autores entre los
que destacan Álvarez Campillo y García López, han lanzado una publicación en la
que proponen que las dietas cetogénicas(4), es decir aquellas cuyo metabolismo fundamental es a
base de cuerpos cetónicos y ácidos grasos, pueden tener un papel importante en
el entrenamiento deportivo. El presente artículo se propone analizar la
hipótesis de estos autores para intentar postularnos a favor de un nuevo campo
en la nutrición deportiva. ¿Es igual de efectivo el entrenamiento con este tipo
de dietas? ¿se pueden alcanzar los mismos resultados a nivel deportivo?
¿integra algunos problemas para la salud este tipo de dietas cetogénicas?
Nos hemos apoyado además en otra bibliografía, y
revisiones para comparar las ideas presentadas en el libro.
Uno de los planteamientos que defienden, es que
nuestro organismo no precisa cantidades tan elevadas de hidratos de carbono
como en la actualidad se consume, o pretenden las organizaciones
correspondientes en materia de nutrición y salud que se consuma; ya que
curiosamente, los macronutrientes esenciales son las proteínas y las grasas, no
los hidratos de carbono. Si bien es cierto que las dietas cetogénicas pueden
ayudar para el tratamiento de diversas enfermedades, entre las que podemos
destacar la diabetes mellitus, el Alzheimer (5) o la epilepsia, como destacan en su libro Campillo y
García (6), pero el objeto de estudio es la repercusión en el
rendimiento deportivo y la salud. Más difícil será demostrar por tanto la
eficiencia de estas dietas en el deporte, dado que el metabolismo de la grasa,
es mucho más lento que el de los hidratos de carbono(3). Según mantienen los autores, esta dieta necesita un
tiempo de adaptación, que según defienden, basándose en un estudio de 1980, es
de al menos dos semanas de adaptación.
DISCURSIÓN
Parece ser que las dietas cetogénicas podrían ayudar
al ejercicio de predominio aeróbico (7) por su efecto sobre el pH, aunque resultarían
ineficientes para ejercicios intensos. También se podría justificar desde la
fisiología, ya que esta ruta metabólica precisa tiempo y oxígeno. No obstante no
hay mucha evidencia que respalde estas conclusiones.
Un estudio realizado con ratas sometidas a actividad
física, demuestra que las que siguieron una dieta cetogénica, frente a las que
siguieron una dieta baja en hidratos, tuvieron una menor ganancia de peso, pero
incremento de la masa grasa, con el consiguiente efecto negativo en al
composición corporal, sin afectar a la capacidad física significativamente.(8)
Un dato curioso es que las dietas bajas en hidratos
de carbono, como son las cetogénicas, disminuyen el tiempo de respuesta que
tarda el organismo en producir sudor frente a las dietas ricas en hidratos de
carbono (9). Esto tiene sus ventajas, como son una correcta
termorregulación, ya que es el objetivo final del sudor, y unos inconvenientes
a nivel deportivo, como puede ser la fatiga por deshidratación.
Es curioso también
que al principio del capítulo 7,(4) los autores citen con la frase de Da Vinci, que
“la teoría sin práctica está coja, pero la práctica sin teoría es ciega” cuando
ellos solamente aportan conclusiones teóricas acerca de las supuestas mejoras
en el rendimiento deportivo, pero no han aportado ningún estudio en el que los
resultados deportivos de una dieta y entrenamiento, frente a la otra, sean
mejores. Afortunadamente, la ciencia sigue siendo escéptica por naturaleza, y
hasta que no se demuestre en la pista, creemos que lamentablemente no tendrán
el reconocimiento y la credibilidad que esperan.
Otro punto flaco
del libro, es que en el mismo capítulo 7, donde habla de los objetivos del
deportista, no cite nada de bibliografía relativa a la actividad física o el
deporte específicamente, y sin embargo hable de entrenamiento de hipertrofia,
ejercicios de fuerza, ejercicios de resistencia, etc.
En cuanto a las
enfermedades metabólicas o patologías que los autores achacan a la alimentación
basada en hidratos de carbono, puesto que desde que se propuso, han aumentado
estas enfermedades, nos permitimos sugerir que uno de los factores de estas
patologías puede ser el gran índice de sedentarismo de la sociedad (10)(11)(12) y/o el bajo grado de adhesión a las recomendaciones
nutricionales actuales, como defiende Iglesias (13). Si por mucho que se propongan, no se cumplen, no
podemos presentarlas como causa o efecto. Por citar algunas conclusiones del
trabajo de Iglesias et al., “El consumo energético se distribuye en ambos sexos:
36% de lípidos, 17-18% de proteínas y 43-44% de hidratos de carbono. La
valoración nutricional refleja probable déficit en ambos sexos de consumo en
ácido fólico, vitaminas D y E y calcio; en cuanto al hierro se aprecia déficit
en mujeres.” El estudio de Iglesias et al está realizado sobre estudiantes
universitarios, pero según la última
encuesta realizada en España en población adulta sobre la ingesta de alimentos llevada
a cabo por la AESAN
(14), los hombres toman una media de 109 g/día de proteínas
y las mujeres 88 g/día. Ambos valores superiores a las IDR para la población
española, (54 g/día para hombres y 41 g/día para mujeres). (15)
O por poner otro ejemplo, Cervera y cols (16)en la que tampoco se cumplen las recomendaciones en
cuanto a la distribución de los macronutrientes respecto a la energía, y se
doblan los azúcares simples recomendados.
Respecto a la salud en las dietas cetogénicas se han
evidenciado algunos efectos adversos, entre los que destacan, el aumento de
lípidos en la sangre, que afecta a más de un 60% de los niños (17), y una dieta a largo plazo de este estilo, puede
retrasar el crecimiento muscular e incrementar el riesgo de fractura ósea (18), ya que se han relacionado con una menor producción
de la hormona de crecimiento.
Las dietas cetogénicas, están también contraindicadas
en algunas enfermedades como las porfirias (deficiencia en piruvato
carboxilasa) y otras enfermedades raras del metabolismo de las grasas.(19)
Pese a que los autores Campillo y García atribuyen un
beneficio sobre el rendimiento deportivo al hecho de seguir una dieta
cetogénica, no hay suficiente evidencia científica para sostener dichas
afirmaciones, en primer lugar porque no se han efectuado estudios bien
planificados que aborden todas las variables, como es el caso de la dieta, el
entrenamiento, y los resultados deportivos, y en segundo lugar, porque
precisamente, la evidencia científica actual parece apuntar lo contrario.
Además los estudios realizados siguen metodologías diferentes y la duración en
el tiempo es dispar, lo que no permite comparaciones entre ambas dietas.
Sí es cierto que podría ser útil en deportes de larga
duración, aunque de ser así, no se conocen todavía las proporciones adecuadas
de macronutrientes que se deberían suministrar a los deportistas en la dieta.
En cuanto a si presenta esta dieta problemas para la
salud, no hay tampoco consenso científico, sí que se ha visto que en
poblaciones acostumbradas a este tipo de dietas, al abandonarlas y sustituirlas
por dietas hidrocarbonadas y ricas en grasa, aumentan bastante los riesgos
cardiovasculares, debido en parte a un mecanismo relacionado con la resistencia
a la insulina.
A priori parece estar contraindicada en niños, y
algunas enfermedades del metabolismo de las grasas como las porfirias.
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