Una vez aparece la enfermedad
paralelamente se instauran signos y síntomas típicos como caquexia, debilidad,
fatiga, inapetencia, cansancio y anorexia entre otros. Estos síntomas
dificultan el seguimiento de una dieta adecuada y saludable, y la inapetencia y
la rápida saciedad acompañada de la anorexia pueden comprometer el estado
nutricional gravemente. Por lo tanto hay que controlar y asegurar nutrientes
esenciales como puede ser el caso de proteínas, minerales y vitaminas que se
vean disminuidos. La American Cancer Society en 2012 propone que entre las
estrategias claves para el tratamiento hay que mantener un peso saludable que
oscile entre 18.5 y 25 kg/m2, realizar actividad física regular y
evitar el sedentarismo, manteniendo una dieta rica en frutas, verduras y
cereales integrales (1). Peculiarmente, estas mismas
recomendaciones son extrapolables a las dirigidas a prevenir la enfermedad, ya
que mantener un estilo de vida activo, un peso saludable, y una alimentación
equilibrada con predominio de frutas, verduras y alimentos integrales, junto
con la disminución de aquellos alimentos con poco valor nutricional como azúcares,
embutidos y carnes rojas y bollería, son estrategias que minimizan las
posibilidades de padecer cáncer. Evidentemente huyendo también de otros
comportamientos insanos como el tabaco o el alcohol.
La justificación del consumo de
frutas y verduras es más que conocida, ya que se sabe que un consumo de estos
alimentos proporciona fibra y otros nutrientes, que se han visto indirectamente
relacionados con algunos cánceres; el consumo de frutas y alimentos de origen
vegetal puede minimizar el riesgo de sufrir cáncer de orofaringe, pulmón,
esófago, estómago, colon y recto (2). Y puede ser coincidencia o
no, pero los vegetarianos casualmente presentan una tasa global de cáncer menor
(3).
Antes de presentar la enfermedad,
no hay tantos inconvenientes para seguir estos hábitos saludables, las únicas
excusas pueden ser el trabajo, falta de tiempo, o inapetencia (gandulería). Pero
deberíamos hacer nuestros los hábitos saludables para prevenir no sólo
enfermedades como el cáncer, sino también otras como hipertensión arterial,
diabetes, obesidad, síndrome metabólico, u otras relacionadas con el consumo de
fibra como la diverticulosis o el síndrome del intestino irritable por poner
dos ejemplos más de la casi infinita lista de patologías que podemos evitar
simplemente manteniendo un estilo de vida saludable.
Referencias
1. American
Cancer Society. Nutrition and Physical Activity Guidelines for Cancer
Survivors. Cancer J
Clin. 2012;64(2):242–74.
2. Soerjomataram I, Lemmens V, Benetou V,
Coeberg JW, de Vries E, Barendregt J et al. Increased consuption of fruit and vegetables
and future cancer incidence in selected Europeans countries. Eur J
Cancer. 2010;46(14):2563–80.
3. Saz-Peiró P,
Saz-Tejero S, Morán Del Ruste M. La dieta vegetariana y su aplicación terapéutica.
Med Natur. 2013;7(1):13–27.
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